martes, 4 de marzo de 2014

Reemplazar un diente ausente con un implante o un puente de prótesis fija


   
Para reemplazar un diente que se ha perdido, existen prótesis removibles (que hay que retirarlas para lavarlas) y prótesis fijas (que nunca hay que removerlas). Las primeras son soluciones más económicas pero no muy cómodas; las segundas (prótesis fijas) permiten al paciente mayor confort, eficiencia masticatoria y, en la mayoría de los casos, mejor estética.
Si es solo un diente ausente las opciones para realizar una prótesis fija son dos: Un implante y un puente soportado por uno o dos dientes adyacentes al espacio vacío.
El implante consiste en un tornillo de titanio que se inserta en el hueso (mediante un procedimiento quirúrgico) y, luego de su cicatrización, sirve para soportar una corona que sustituirá el diente faltante. Este sistema nos proporciona una prótesis fija (cementada o atornillada) con las ventajas de no tener que tallar los dientes de los lados, no tener que retirarla para la higiene, y de poder tener un diente individual que permite el uso de la seda dental de manera convencional.
Un puente de prótesis fija requiere tallar los dientes de ambos lados y luego, apoyándonos en estos pilares, realizar un tramo de dientes pegados entre sí. Si es solo un diente ausente y el puente es de tres unidades, se obtendrá una prótesis que no hay que remover para limpiarla, una solución bastante estética pero que no permitirá el paso de la seda dental entre cada uno de los dientes. Su principal desventaja es el costo biológico que se refiere al daño que requieren los dientes de los lados para reemplazar solo un faltante.

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